Descripción
Hay un imperativo en la obra de Calzadilla: no permitir que lo corpóreo se fosilice, sino que cristalice siempre de modo diferente en cada poema. Y mostrar con ello al lector todo lo que hay de arbitrario y reductor en la noción de cuerpo a la que se ha acostumbrado, esa que constituye su moneda discursiva habitual. A cambio, ofrece este cuerpo febril y desatado, cuyo perfil no sabe permanecer quieto, cuya extensión se pierde de vista, cuyos miembros pululan y hacen señas, un cuerpo que no para de hablar, como el mundo que justo ahora nos toca vivir. Este es el deber del poeta, dar testimonio de eso que, a pesar de ser duramente real, está siendo ignorado.
Valoraciones
No hay valoraciones aún.