Descripción
Más que en el sufrimiento y en la muerte, el mal hunde sus raíces en la violencia. Por ello, fracasan los intentos de justificarla apelando a ideales sublimes o a la necesidad de utilizarla para enfrentar la violencia. Torturar a un hombre para fines superiores sigue siendo torturar a un hombre. Ello no condena, sin embargo, a la víctima a padecer pasivamente las arremetidas del agresor, puesto que la defensa de la dignidad justifica en algunos casos el uso de la fuerza. Este tratado analiza la violencia religiosa, terrorista, nacionalista y amorosa, así como la carga agresiva latente en el amor por la divinidad, la nación, la pareja o la humanidad. Son también examinados tópicos de ética pública como la justicia transicional, la eutanasia y el aborto. El autor defiende la eutanasia voluntaria y la autonomía de la mujer en el caso del aborto, sin desconocer la complejidad moral de una práctica que compromete una vida parcialmente ajena.
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